El coliseo estaba repleto, en la
primera fila, en los balcones, los profesores del colegio Eufema estaban
observando el inicio de las preliminares de las Batallas. Las musas se
encontraban cada una sentada entre las gradas de sus casas. Cada una animando a
sus estudiantes, en las preliminares, se permite que los profesores intervengan
siempre que ningún contrincante lo note.
—¡A tu izquierda! —gritaba a toda
voz Bianca a su hermana— ¡Selena!
Selena, estudiante de la casa de
Urania, se encontraba en las preliminares. La primera parte de la Batalla,
donde son los estudiantes de la misma musa quienes compiten por quedarse con el
puesto de favorito, de esa manera, competir para recibir la Bendición de las
musas. La competencia que creó Eufema para ellos es un combate donde tienen a
disposición en la cancha un montón de artículos y elementos para crear esencias
químicas, pueden usar todo eso hasta incapacitar a todos los demás. De los veintitrés
estudiantes que comenzaron el combate, solo cuatro quedan habilitados.
—Octavio puede ganar, eliminó a
seis de los competidores en una sola maniobra.
—Es verdad, Math, pero Selena
puede recibir ayuda de su hermana ¿No lo cree, colega?
—No entiendo mucho qué tipo de
auxilios se pueden brindar, es mi primer año en la academia, ¿señor…?
—Thomas, profesor de Química, fui
estudiante de la casa de Urania hace muchos años, es más, gané mi preliminar,
pero no la Batalla.
—¡Vaya! No sabía que un hombre
podría ser un favorito.
—Las musas no discriminan, aunque
claro, como es femenino, se mantiene su género para referirse a ellas, aunque haya
hombres, como Melpómene, que, para esta generación, es un hombre, y aun así, se
le llama una musa, pero usted entiende más de eso, ¿No es usted el profesor de
lenguas extranjeras?
Math observó el campo de batalla,
una explosión hizo volar a uno de los estudiantes, haciéndolo revotar contra la
pared de ladrillos del edificio. «Y solo quedan tres» dijo en voz baja.
Selena corrió hasta una mesa
donde obtuvo unos frascos, combinó un par de líquidos que llevaba en su cinturón
y lo arrojó al suelo de la arena. Una planta enredadera nació del viscoso
experimento y con firmeza tomó los pies de una muchacha, bastaron segundos para
que la planta inmovilizara por completo a la joven, quien gritaba por ayuda.
Octavio tomó otra de sus
botellas, la lanzó hacia donde se encontraba Selena y la explosión cubrió de
escarcha y hielo la zona de impacto, los pies de la hermana mayor de Bianca se
encontraban pegados al piso. El frío se hacía sentir en los torpes movimientos
de las manos congeladas, pero aun con esa complicación, lanzó una bola de
aluminio con otros elementos en su interior que, al reaccionar, crearon una
onda luminosa y cálida. El hielo que envolvía a Selena se derretía.
—¡Le pido a lo sacro que me ayude!
—exclamó la muchacha, frase que oyó su hermana, emocionada hasta las lágrimas
de que Selena, quien no creía, se encomendara a lo sacro para vencer.
Un último movimiento terminó el
combate, una brea de color obscuro y aspecto viscoso devoró de un golpe a su
adversario. Octavio festejaba su triunfo cuando un manto de luz se abrió en
medio de la masa de asfalto.
El desconcierto al ver a su
enemiga saliendo como si nada de la trampa le impidió reaccionar, nada de
ciencia, nada de química, nada de botánica, alquimia, o física… una patada
dirigida a la zona baja del engreído de Octavio le dejó, literalmente,
inmovilizado.
Las preliminares de Uranio
llegaron a su fin, Selena se coronaba como ganadora en el enfrentamiento más
reñido que ha visto su casa.
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